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La felicidad de los perros: una responsabilidad esencial

Es fácil reconocer la felicidad de un perro: en cuanto ven a sus seres queridos, levantan las orejas, mueven la cola con una euforia desenfrenada, corren de un lado a otro sin dejar de mostrar la lengua, respiran de manera agitada y a veces ladran como si estuvieran diciendo “me alegro tanto de que estés aquí”. 

Como es sabido, los perros son los mejores amigos de los humanos. Una parte fundamental de tener una amistad es que nos hagan felices. Pero esa relación necesita de incentivos que hagan más fuerte ese vínculo afectivo. Pero vayamos por pasos. 

Una de las características que identifica a todos los mamíferos, y que podemos ver en particular en los animales domésticos, es la capacidad que tienen para sentir emociones.

Los perros, al igual que las personas, pueden llegar a experimentar angustia, tristeza, enojo, pero también júbilo, diversión e incluso gozo.

Quién sería capaz de negar la emoción que le provoca a un perro un paseo por el parque. ¡Son realmente felices!

El cerebro de los perros actúa de una manera similar al de los humanos. La oxitocina y la dopamina, neuroquímicos usualmente asociados a las emociones y a las relaciones afectivas, se hacen presentes en su día a día, después de hablar con ellos, de jugar, de darles de comer. Son actividades en apariencia simples, que cualquiera podría realizar, pero que representan un profundo sentido de cuidado emocional. 

¿Qué sucede cuando se miran un perro y su persona favorita?

Un estudio en la Universidad Azabu de Sagamihara (Japón) demostró que esta simple acción derrocha en el perro una descarga de oxitocina que le genera bienestar y refuerza los lazos emocionales. Si las miradas pueden causar esto, imagina lo que hacen las caricias, los baños y la comunicación. 

La felicidad de los perros: una responsabilidad esencial

Los estímulos para desarrollar una actitud feliz en un canino son de tres tipos:

1) sonoros: cuando se asocia un chiflido o una tonada a una acción en particular, como salir de paseo;

2) visuales: cuando se le muestra algún objeto que le represente diversión, como un juguete especial;

3) físicos: cuando el contacto se expresa de manera cariñosa y le genera confianza, como rascarle el lomo. 

Como sucede en la vida diaria, el lenguage corporal puede dar mucha información sobre cómo se sienten los perros. Por tanto, resulta fundamental que sus compañeros humanos sepan leer e interpretar las acciones que tiene la mascota durante el día. Esto facilitará que, en lugar de castigos o reprimendas, se utilicen reforzamientos positivos, con regalos, comida favorita o juegos, para madurar la interacción.

El cuidado de un perro no sólo implica preocuparse por él en un nivel físico, sino también mental y emocional. Un perro feliz o triste se reconoce a kilómetros de distancia.

Saber reconocerlo no es una gran ciencia, basta con ser receptivos a las señales, conocer a las mascotas, comprender sus necesidades. Finalmente, ser conscientes de sus emociones y actuar en función de ellas es una forma de cuidarlos con amor y respeto. 

La felicidad de los perros: una responsabilidad esencial

Una mascota sana es una mascota feliz.

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